El
té se había enfriado y ella mantenía la taza entre sus manos aún indecisa. Quizá
era la habitación llena de todo tipo de artilugios, o la luz fantasmal proveniente de apenas un par de velas,
o el anciano que la miraba fijamente; simplemente no estaba segura de seguir
con esto.
-¿No
lo tomarás, cierto?- Dijo el anciano impaciente.
-
Solo…- titubeó la chica, buscando las palabras adecuadas para expresar su
miedo- ¿…cómo es que me hará esto olvidar? ¿Cómo me curará esto el corazón
roto?
El
anciano suspiró.
-No
me hagas perder el tiempo- replicó aquel hombre mientras se aproximaba
para retirarle la taza, pero en el momento
en que la tocó… ella la bebió todo de un solo sorbo.
¿Qué
tenía el té? ¿Cuál era su sabor? Ella no lo recuerda. De hecho no recuerda su
propio nombre… al menos no tiene el corazón roto.